[CRÓNICA]
En la primera mitad del siglo XX, en la ciudad de Los Andes, fue recurrente encontrar en periódicos locales ciertas noticias sobre eventos deportivos, tales como fútbol, box, básquetbol, rayuela, carreras de motos y atletismo. Ahora bien, en los años 70’s, después del Golpe de Estado cívico – militar, la vida social cambió bruscamente por la represión y limitación de los derechos de libre circulación, sin embargo, era posible encontrar espacios en la ciudad para la realización de actividades deportivas. En este contexto, el atletismo permitió que desde temprana edad, varios jóvenes pudieran desarrollar sus habilidades en escuelas y clubes locales.
Olga Palacios Videla fue una deportista que desde joven participó activamente en las pistas de competencia andinas, logrando grandes triunfos en el atletismo local. En la década del 70 y con apenas doce años, casi sin darse cuenta, Olga del Carmen Palacios Videla comenzó su camino en el deporte. Durante sus clases de educación física en la escuela República Argentina, fue notando que alcanzaba con facilidad el primer lugar en las competencias de la rama de atletismo. Su talento no pasó desapercibido para sus profesores y junto con el gusto personal por las victorias, se sintió lo suficientemente motivada como para dar un paso más allá en el atletismo de velocidad.
En aquel periodo, quienes estuviesen interesados en este deporte podían participar desde jóvenes en las competencias interescolares o formar parte de algunas de las escuelas de atletismo que existieron, las que realizaban competencias con regularidad. Entre ellas se cuentan al club deportivo San Martín y el club Michimalonco. Si el talento era suficiente y se contaba con buen apoyo, se podía participar en las competencias provinciales, en las regionales y en los nacionales de Atletismo, para finalmente enlistarse en la élite deportiva nacional.
Olga recuerda vivamente las competencias anuales interescolares, las que, auspiciadas por el diario El Mercurio, permitían reunir a las jóvenes promesas del atletismo de Chile. En la primera etapa competían los colegios de Los Andes, lo que definía a los tres representantes de la ciudad. En esta instancia, Olga obtuvo el tercer lugar. El resultado le permitió ser reservista y viajar a San Felipe a definir en competencia a los representantes de la antigua provincia del Aconcagua (Los Andes, San Felipe y Petorca). Debido a la ausencia de una corredora, pudo participar, ganando las carreras de cien y doscientos metros en el año 1977. Con los mejores deportistas de las provincias de la quinta región se realizaban las regionales. En esta etapa obtuvo la medalla de oro en cien metros. Finalmente, en el mes de octubre de ese mismo año, se realizaban las nacionales en el Estadio Nacional de Chile. Se congregaron los mejores deportistas nacionales de cada ámbito. Aunque Olga llegó a esta instancia, producto de una lesión de entrenamiento su rendimiento disminuyó bastante, impidiéndole estar en óptimas condiciones para llegar a las finales.
Entrega de medalla por participación interescolares, 1977. Archivo personal de Olga Palacios
Otra forma de competir fue a través de alguno de los clubes locales de atletismo, el San Martín y Michimalonco, los que, como clásicos rivales se encontraban cada quince días en el Estadio Regional de Los Andes con gran presencia de espectadores. Olga fue invitada a participar el club San Martín por sus buenos resultados en la competencia provincial en San Felipe, lo que le permitió entrenar y competir frecuentemente con el apoyo de este club. Incluso pudo viajar en tren a la ciudad de Valdivia, donde con su equipo se midieron con un club local, logrando el segundo lugar en doscientos metros y primero en cien metros.
Para poder competir en un buen nivel, el entrenamiento que vivió fue muy duro. Además de ser preparada en su colegio, practicaba en el Club San Martín, quienes en las Canchas del Gimnasio Centenario se preparaban tres o cuatro veces por semana durante una hora y media como mínimo, incluyendo en algunos casos entrenamientos en el Cerro de la Virgen. El preparador físico del club y de la Liga Atlética de Los Andes, Tomás Delgado, fue fundamental en este proceso, llevándola a un buen nivel para competir. Asimismo, los profesores de su colegio la motivaron constantemente.
El esfuerzo de Olga la llevó a ganar en 1979 una beca en la Escuela de Talento Deportivo en Santiago, donde llegaban las mejores promesas del deporte nacional, muchas de las cuales tenían escasos recursos. Para tomar esta beca se trasladó a la capital a estudiar en el Instituto Nacional Femenino. Ahí entrenaba de lunes a viernes, y sábado por medio competía, lo que implicó un alto nivel de exigencia por parte de sus profesores. Sin embargo, en el 79’, cuando se fue a Santiago, estaba en pareja, y antes de asumir la beca quedó embarazada. Ello la llevó a renunciar a la beca y dejar el atletismo, así como sus estudios. Todo este proceso fue muy duro para ella y su familia, pues habían puesto mucha fe en su futuro. A pesar de las dificultades de la maternidad y después de tener a su primer hijo, Olga siguió en la carrera de atletismo, aproximándose a sus marcas personales previas, pero nunca fue lo mismo. Poco a poco la soledad del entrenamiento y el hecho de no pertenecer a ninguna institución la fue desmotivando, hasta dejar el deporte.
Momento de la victoria en interescolares, 1977. Archivo personal de Olga Palacios.
La historia de Olga no resulta extraña. Actualmente vivimos en un país en el que hacer deporte y ser deportista profesional es complejo, debido a la perseverancia que se debe sostener y a la falta de recursos, además, por otro lado, ser mujer y deportista puede ser un desafío aún más grande. Y aunque en el pasado, como hoy en día, contamos con grandes deportistas en diferentes ámbitos, la inversión estatal y privada, así como los prejuicios, la falta de difusión y las dificultades de la vida cotidiana se convierten en barreras para continuar una vida centrada en el deporte.
Hoy, Olga vive en Villa Alemana con su familia, es dueña de casa y hace poco terminó sus estudios de Enseñanza Media, los que había dejado inconclusos. Aunque recuerda con nostalgia aquella etapa de su vida, piensa que su historia deportiva es un buen mensaje para aquellos jóvenes que entran al deporte, pues muestra que con dedicación y esfuerzo se pueden alcanzar grandes objetivos, pero también hay que ser responsable y aprovechar aquellas oportunidades que se nos ofrecen a lo largo de nuestras propias carreras.