[COLUMNA DE OPINIÓN]
Michelle Covarrubias
No sabía que la estación de trenes conectaba no solo a Mendoza con Los Andes, sino también a Los Andes con Llay-Llay, Llay-Llay con Valparaíso y/o Santiago. A unos pasos del ramal estaba un bar, había un hotel y se estacionaban unos carruajes, o al menos así se relata la historia de cómo eran recibidos los pasajeros. Desde la experiencia de pasear por la estación de trenes no he dejado de pensar en un trabajo que hice hace algunos años, durante mi periodo de estudiante. Estaba en la séptima región en una localidad pequeña de San Clemente, entrevistaba a algunos adultos mayores quienes habían sido inquilinos del fundo de Las Lomas. Se comentaba que la mujer de la ciudad era una mujer sucia, que los hombres de los caminos (peones) eran alcohólicos, vagabundos, asesinos, asaltantes y solitarios. No tenían familia.
Esto me llevó a otro recuerdo, a otra frase popular dicha por andinos sobre la idea de que todo asaltante de Los Andes era de Santiago. El otro, el desconocido, el anónimo, el que está fuera de los límites de una comunidad de parientes, de semejantes, de imaginarios. Quizás estos pensamientos venían porque el fundo llamado Chile tiene una crisis migratoria y al patrón le conviene traer peones, ya que los inquilinos piden mucho.
No puedo hablar sin la subjetividad de mi sangre, la que lleva también la sangre de un migrante que llegó solo, joven, con un equipaje liviano, antes de los dieciocho y frente a una guerra inminente. Cruzó la misma estación de trenes (que hoy paseo) y se quedó en Los Andes porque le recordaba su Ragusa natal. Y desde esta sensibilidad, propongo sensibilizar y pensar sobre el contexto que aqueja al inquilino y la realidad del peón, que ya no camina a orillas de la línea de tren, sino que cruza a oscuras la cordillera de Los Andes. Propongo hablar sobre las razones de la migración, en el encuentro de las culturas y nuestra igualdad como trabajadores.
Es necesario partir afirmando que la migración es un evento constitutivo de nuestra sociedad, así la arqueología, mediante las teorías sobre el poblamiento americano, nos ha reportado las diversas influencias que tenemos. Consecuentemente, ya es parte del conocimiento colectivo las campañas de colonización en el Abya Yala, ya sea desde Europa como de los andes centrales -en el caso de Chile-, pero pareciera que la migración que constituye un país solo ocurre en un tiempo congelado, como si el flujo migratorio se hubiese frenado en nuestra presencia. No es así. Según el Banco Mundial, 216 millones de personas podrían verse obligadas a migrar fuera de sus países en el año 2050 por causas medioambientales, lo que corresponde, aproximadamente, a un 2% de la población mundial actual. Esta situación puede revertirse en un 80% si se generan políticas que reduzcan el impacto y daño en nuestro ecosistema, de lo contrario gran parte de los países del sur, quienes viven el peso del extractivismo, serán quienes migren1Banco Mundial, 13 de septiembre 2021, Artículo “Los millones de migrantes internos dentro de los países: el rostro humano del cambio climático” https://www.bancomundial.org/es/news/feature/2021/09/13/millions-on-the-move-in-their-own-countries-the-human-face-of-climate-change.
Esta construcción de futuros probables deriva justamente de los escenarios actuales, donde el cambio climático impactaría en un factor fundamental de cualquier movimiento: la situación de las personas con su entorno. Por otro lado, desde discusiones en la CEPAL rebotan cifras que hacen que el patrón levante su ceja y ponga algo de atención, ya que “en 2015, la contribución de los migrantes al PIB mundial fue de aproximadamente 6,7 billones de dólares equivalentes al 9,4% del PIB mundial”2CEPAL, 27 de febrero 2019, “CEPAL: impacto social, económico y cultural de la migración es notoriamente positivo para los países de origen y destino” https://www.cepal.org/es/comunicados/cepal-impacto-social-economico-cultural-la-migracion-es-notoriamente-positivo-paises. . Además de ello, en Chile, tanto el Servicio Jesuita Migrante (SJM) y la Fundación Avina coinciden en los “beneficios económicos” de la migración en su informe “Impacto de la población migrante en el mercado laboral y arcas fiscales” del año 2020:
[S]e observa un constante y significativo crecimiento de los salarios reales durante el periodo de máxima migración hacia el país, que fue incluso mayor al crecimiento de la productividad. Esto puede ser explicado por una especialización de los migrantes en ciertas ocupaciones de menor calificación, liberando presiones competitivas entre chilenos y extranjeros (4).
A esto se sumaría que las cifras de desempleo no han aumentado, y que el gasto fiscal en migrantes es mucho menor. Ambos datos nos demuestran que el fenómeno migratorio en la actualidad, si bien cambia la conformación social y cultural, tiene un impacto económico relevante.
En Los Andes se registran más de 8 mil migrantes, lo que supera el 14% de la población total, quienes vienen a marcar con fuerza un futuro multicultural en la comuna, ya que incluso es mayor que la presencia de personas pertenecientes a un pueblo originario. Y si el perfil del migrante es igual que la realidad internacional y nacional, el nivel educacional de la persona migrante es mayor que el promedio de los chilenos (CENSO 2017), lo que es completamente contrario al discurso de los medios de comunicación que criminaliza a la población, cuando las cifras no llegan a 1% de personas con antecedentes penales o el mismo SJM ha establecido que los delitos no han aumentado con respecto a años anteriores. Entonces, ¿de qué se sostiene el discurso actual que tiene cerrado los pasos fronterizos?
Por otro lado, según los datos demográficos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) sobre la migración interna de la región de Valparaíso para el año 2017, la migración neta de Los Andes es de -11,8, siendo la ciudad donde más interviene la migración en la población de la región. Me arriesgo a conjeturar que la minería en Los Andes, como una fuente de trabajo histórica y relevante en la conformación de la ciudad, ya no requiere la misma mano de obra. Concluyo lo anterior considerando que la edad promedio de migración es de 31 años y la primera ciudad receptora de habitantes se encuentra en la Región Metropolitana. El cambio que ha tenido Los Andes en convertirse en una ciudad donde el sector de servicios esté por sobre el trabajo extractivo de la minería, es fundamental para comprender los factores que impactan en la migración y reconfiguran el lugar que conocemos.
De este modo, pensando la migración en el pasado, el futuro, fuera y dentro de Chile, retomo a la pregunta que pone en jaque nuestro presente: ¿en qué se sostiene el discurso actual que tiene cerrado los pasos fronterizos? Planteo esta pregunta como un precedente a un problema con el que tendrá que lidiar el nuevo Gobierno, ya que esto va más allá de robustecer las políticas de regulación, que no solo van desde establecer acuerdos internacionales a programas que mejoren el monitoreo en este tema, sino también a abordar el factor político-cultural, y comprender que la desinformación es elaborada al igual que la información, que creamos ciudadanos desconectados de un otro próximo, igual en valor humanitario.
Así vuelvo a ese recuerdo del trabajo de terreno donde me miraba a mí, como esa desconocida que hacía preguntas, como esa anónima que venía de la ciudad, que no tenía hijos, que por motivos laborales estaba frente a los oriundos, ¿era yo sucia? ¿Era yo una excepción a lo que decían? No. Yo era quien era y siempre fui, una persona en un terminal, una persona en el camino, una persona más que se mueve por el mundo.