por Matías Ramírez
El 24 de julio de 2004, Rodrigo Orias mató a sangre fría al sacerdote italiano Faustino Gazziero al interior de la Catedral de Santiago. Mientras cometía el asesinato, atribuía sus motivaciones a Satán y, posteriormente, procedió a infligirse heridas a su propio cuerpo. Este hecho conectaría unos meses después con la comuna de Putaendo y permitiría evidenciar una serie de problemáticas sanitarias relacionadas con la salud mental y su tratamiento.
En ese momento los canales de televisión especularon diversas historias para tratar de explicar por qué Orias asesinó a Gazziero. Lo cierto es que los primeros peritajes psiquiátricos señalaron que el homicida padecía esquizofrenia de tipo paranoide con alucinaciones auditivas, táctiles y cinestésicas con contenidos mágicos y demoníacos.
El cruce de dicho crimen con Putaendo es la derivación de Orias al Hospital Psiquiátrico Dr. Philipe Pinel. El 13 de enero de 2005 el tribunal penal escogió este recinto que cuenta con un ala especial de Unidad de Psiquiatría Forense creada en el año 2000 y encargada de evaluar a pacientes imputados. Fue este hecho el que motivó a un grupo de estudiantes de Historia y Geografía de la Universidad de Playa Ancha -entre ellos quien escribe- para desarrollar una investigación sobre el Hospital Psiquiatrico Philipe Pinel como tesis de grado para su Licenciatura.
Dentro de los objetivos de esta investigación se planteó analizar la cuestión política de la salud mental para el Estado y su relación con la institucionalidad del hospital psiquiátrico. El hecho de que se descentralizara de Santiago el hacinamiento de los llamados “locos”, visibilizaba los nuevos problemas sociales o criterios de marginalidad y concentración, siendo este artículo una síntesis de aquel estudio.
El panorama de la psiquiatría en Chile durante el siglo XX
El desarrollo de la psiquiatría en Chile estuvo centrado en el rol asilar, es decir, en la internación de pacientes enfocado en generar un espacio de encierro de los enfermos más que ser un lugar de integración y mejora. Una de las características del progreso sanitario y político del país, fue el excesivo centralismo que condicionó, en cierta medida, el desarrollo de la psiquiatría en regiones, asunto evidenciado en la consolidación del Manicomio Nacional, el que en la segunda mitad del siglo XX pasó a llamarse Hospital Psiquiátrico.
Con el pasar de los años quedó en evidencia la saturación de pacientes en la Región Metropolitana y se debió abandonar la estrategia centralista del tratamiento de los “locos”, apareciendo nuevos psiquiátricos en diferentes zonas del país. Ante la negativa de internación de pacientes de regiones en el Manicomio de Santiago, se fundó el Manicomio de Concepción (1886-1928), la Sección de Dementes en el Hospital de Beneficencia de Iquique (1903-1940), el Servicio de Alienados del Hospital de Viña del Mar (1933-1974), los Servicios de Psiquiatría en el Hospital Dr. Juan Noé en Arica (1964), el Hospital regional de Temuco (1962-1965), entre otros.
La apertura asilar en regiones se caracterizó por la carencia económica visible en infraestructura, contrato de personal y atención médica de especialistas, funcionando como verdaderos depósitos de enfermos mentales, nerviosos y toxicómanos. Durante la primera mitad del siglo XX, parte de la población afectada y especialistas cuestionaron y exigieron un plan nacional de atención psiquiátrica con el fin de descongestionar el Manicomio Nacional y descentralizar en secciones o servicios psiquiátricos en las regiones.
El Sanatorio de Putaendo: palacio para los tísicos
El actual Hospital Psiquiátrico Philipe Pinel (1940) fue por más de 28 años un sanatorio ubicado a las afueras de la comuna de Putaendo, destinado a curar a enfermos broncopulmonares, combatiendo enfermedades como la tuberculosis (T.B.C.). Dicha enfermedad asoló con fuerza a nuestro país, sobre todo en los sectores más vulnerados de la nación, los que padecieron con mayor violencia problemas sanitarios y materiales que los impactaron terriblemente, situación entendida como la Cuestión Social, la que a su vez, movilizó a parte de la sociedad del período en la búsqueda de soluciones y mejoras sociales.
El Sanatorio de Putaendo está localizado a 3 km al oriente del pueblo por dos hechos relevantes: el primero fue la donación de territorios precordilleranos por parte de Rafael Salazar Arcaya. El segundo aspecto guarda relación con las “condiciones climáticas óptimas” de dicho lugar (según la ciencia médica del periodo) 1. Además, es relevante señalar que también existía una lógica de marginación hacia los enfermos que padecían enfermedades contagiosas.
Desde su construcción el Sanatorio fue apreciado por la comunidad putaendina, puesto que la institución generaría plazas laborales en diversas áreas, lo que arrojó sobre el Hospital cierta idea de modernidad al cambiar, eventualmente, las condiciones laborales de la comuna. Aun así, hubo ciertas fracciones de la comunidad que no veían con buenos ojos este nuevo sanatorio, dadas las características virulentas de la enfermedad y el impacto que esto podría generar en una población que enfocaba (y enfoca) gran parte de su actividad económica en lo agrario.
La arquitectura fue proyectado a modo de panóptico 2 en forma de X, lo que permitía una mejor vigilancia de los pacientes. “El palacio” -como también era llamado-, constaba de amplios jardines y paseos para que los mórbidos, familiares y visitas pudieran aprovecharlos y para que sirvieran como tratamiento para aquellos enfermos que mostraban indicios de recuperación y que poco a poco fortalecían su aparato broncopulmonar. Al decir de un trabajador, testigo del periodo:
“el establecimiento bronco-pulmonar era una belleza, este era un palacio se podría decir, aquí era todo brillante, los pasillos eran realmente espectaculares (…) se le daba mucha prioridad a la asepsia.” 3
Para la década de 1950 el Sanatorio de Putaendo había conseguido gran prestigio como institución, mientras que la tuberculosis iniciaba un importante descenso, disminuyendo los contagios y la mortalidad a nivel país, lo que se visibilizó en la reducción de camas en los hospitales dispuestas para combatir tales padecimientos. Ya para el año 1967 el sanatorio recibía tan solo un 4,74% del presupuesto que percibió en sus inicios, alrededor del año 1941 4. Esto guarda relación con la aparición de un tratamiento ambulatorio donde el paciente podía estar en su casa y asistir solamente a controles, perjudicando la relevancia nacional que alcanzó el Hospital. El número del personal aún era considerable: trabajaban allí un total de 198 personas, conformado por 139 funcionarios de planta, 53 a contrata y 7 jornaleros.
De las “curas de sol” a las camisas de fuerza
1968 es el año clave en el paso del Sanatorio de tuberculosos a Hospital Psiquiátrico, dando un giro radical a los propósitos iniciales de las instalaciones, refundado por la llegada abrupta de aproximadamente 1000 pacientes psiquiátricos, provenientes del Hospicio de Santiago, el Hospital psiquiátrico de Santiago y el Hospital Colonial El Peral. 5
En el año 1968 el Hospital Colonia El Peral fue devastado por un incendio, afectando a un número considerable de pacientes psiquiátricos, lo que llevó a que la Dra. Hamuy Berr (directora de El Peral) visitara las dependencias hospitalarias en Putaendo y gestionara el traslado de los pacientes crónicos desde Santiago. En Putaendo aún quedaban los últimos internados de T.B.C.
Según los relatos de ex trabajadores del sanatorio, la llegada fue horrorosa para la comunidad, traduciéndose en protestas y manifestaciones de la población en la plaza de Putaendo. Las razones se reducían a que se concebía a los enfermos de T.B.C. como “normales”, en tanto los enfermos psiquiátricos no lo eran, siendo estas razones incluso esgrimidas por los funcionarios del lugar
“(…) Fue algo horroroso para nosotros, fue un cambio muy brusco, el cambio de pacientes de broncopulmonar, que es igual que nosotros. 6
“El pueblo lo recibió mal incluso los funcionarios. Un rechazo total es que fue muy fuerte el cambio en comparación con los broncopulmonares, les tenían miedo” 7
Las personas hospitalizadas en El Peral y del Hospicio de Santiago, fueron traídos a la zona en camiones, amontonados, sucios, muchos de ellos inclusive sin un nombre ni diagnóstico médico; golpeando a los profesionales que trabajaban en el recinto sanitario. La pregunta que se planteó en el momento aludía a cómo prepararse sin poseer conocimiento alguno sobre el trato de oligofrénicos, epilépticos y discapacitados (sordos, mudos y discapacidad intelectual).
La gran transformación: sistematización y tratamiento
Al asumir la Unidad Popular (1970-1973), varios médicos (Mario Vidal, Fanny Pollarolo y Patricio Torres) comenzaron a atender de forma esporádica y voluntaria, atendiendo de manera superficial a enfermos psiquiátricos crónicos. En entrevista con la enfermera sanitaria, Berta Canelo, señaló que en dicho periodo la mayoría de los internos poseían retraso mental y falta de estimulación, muchos de estos se presentaban sin un nombre y mucho menos con diagnóstico. Solo los epilépticos llegaban con medicamentos recetados. El personal (el mismo que trataba a los enfermos de tuberculosis) comenzó a improvisar tratamientos que los mantuvieran “entretenidos” como actividades deportivas, debido a que no contaban con médicos psiquiatras ni personal especializado en este tipo de pacientes.
El objetivo inicial del establecimiento hospitalario fue otorgarles nombres a los NN y organizar una sistematización de los tratamientos de los enfermos mediante el género, agrupándolos en diferentes pabellones, además de evitar que deambularan por diversos sectores del Hospital Philippe Pinel de Putaendo (H.P.P.P.) que hasta ese momento era un recinto abierto, lo que incrementaba el temor en los putaendinos. Fueron contratados terapeutas ocupacionales que profundizaron las iniciativas espontáneas, concentrándose en ergoterapias o terapias de trabajo a través de talleres agrícolas con grupos reducidos.
Dictadura, represión y tratamiento
Es en este periodo que comenzaron las discrepancias ideológicas que repercutieron en el funcionamiento del personal, llegando a la agresión entre funcionarios, siguiendo la lógica de politización que el contexto de Chile estaba viviendo en esa etapa.
El Golpe de Estado de 1973 vino a agudizar la situación del sistema de salud a nivel nacional y el H.P.P.P. no estuvo ajeno ya que Putaendo, según diversos entrevistados, era una zona con alta participación del Partido Comunista. Ello motivó que comenzara la persecución política de los funcionarios en el Establecimiento, lo que se reflejó en despidos y amedrentamiento mediante la presencia de militares dentro del Hospital.
El Director de ese periodo fue el Dr. Raúl Navarro Quintana 8, quien ejerció su función con rudeza e intimidación hacia el personal:
“Hubo que estar día y noche no más (…) en el 73 fue el trago más amargo que pasamos ahí, porqué, aquí mando yo, ponía la pistola el Dr. Navarro, decía quién dice algo, como fue milico, médico de los milicos, (…) citábamos a reunión y ahí ponía la pistola en el escritorio”. 9
Este nivel de violencia y vigilancia estaba incitada por la creencia de que ciertos sospechosos de la localidad podrían haber sido escondidos en el H.P.P.P., así como también se sembraron dudas sobre el almacenamiento de armamento al interior del hospital. Esto vino a generar un claro retroceso en el desarrollo de las terapias ocupacionales que insertaban a los pacientes en la comunidad mediante talleres de carpintería, tejidos y agricultura. Dicha situación permaneció constante debido a que después de Navarro llegó como director el médico traumatólogo Pedro León, el cual, según entrevistados que trabajaron en aquella época, fue designado por la esposa de Augusto Pinochet, Lucía Hiriart. Bajo la dirección de León se confiscó la ropa de los pacientes, la que había sido comprada por el propio personal del hospital; y se les envió a galpones, pues este tenía la intención de reconvertir el nuevo psiquiátrico en un centro de atención de traumatología.
La tónica del periodo 1973 a 1976 fue una ostensible regresión tanto en el tratamiento de los pacientes psiquiátricos así como en la infraestructura del H.P.P.P. llevando incluso a que la Unidad de Salud Mental del Ministerio de Salud practicara una auditoría dadas las denuncias de las extremas condiciones de miseria.
Sistematización de la psiquiatría en Putaendo y en Chile
En agosto de 1970 con la elaboración del Decreto Ley n°572, se puso en función una comisión mixta de graduados de las carreras de salud con el objetivo de normalizar las actividades profesionales en el sector público, estrategia que buscaba perfeccionar las prestaciones de salud en los hospitales y lugares distantes con variados grados de especialización y capacitación que requería el país; modelo que fue reestructurado por la Dictadura el 15 de enero de 1974 por medio de un reglamento para los médicos generales de zona, quienes pasaron a ser becarios del Servicio Nacional de Salud (SNS) permitiéndoles acceder a becas de especialización.
Lo anterior permitió establecer el contrato del Dr. Raúl Riquelme Vejar, quien era médico general de zona contratado por 44 horas semanales con el cargo de Director del Sanatorio de Putaendo, al igual que al Dr. Walter Vas Carrasco, a cargo de la inspección y control de Farmacia, Terapia Ocupacional, Lavandería, Talleres de reparación y mantenimiento del Sanatorio, profesionalizando las labores en el H.P.P.P 10 y dando inicio a la conformación de un equipo multidisciplinario para tareas administrativas en la elaboración de fichas clínicas, inscripciones en el registro civil y categorización social de los pacientes. Tal como señala una entrevistada:
(…) mientras ellos iban diagnosticando, nosotros íbamos evaluando a los pacientes del punto de cada profesional, desde su área. Los asistentes sociales a ubicar los nombres porque eran el rucio, la nene, así pó, Los conocíamos por sobrenombre y entre ellos lo mismo”. 11
La característica esencial de este proceso fue la juventud de los trabajadores profesionales que no superaba la media de los 35 años, evidenciando el dinamismo y la capacidad de innovar en la práctica de la psiquiatría, aplicando terapias y métodos de rehabilitación que permitieron crear hábitos de higiene y comprensión del funcionamiento de la vida diaria, como el valor del dinero y del trabajo:
“Fue la época del dinamismo, del renacimiento, había talleres de alfombras, escobas, telares, un programa de deportes y uno agrario (…) con el SARI se distribuyeron los pacientes por nivel entre los custodiales y los rehabilitables. Teníamos una especie de independencia, pero igual había una red de apoyo nacional, en lo económico también.
Desde 1978 a 1985 se dio principio a una fase de apertura en la cual los psiquiatras inauguraron la atención en policlínicos de la zona (Los Andes y San Felipe) dejando atrás la fase asilar y comenzando a crear conciencia sobre las enfermedades y tratamientos psiquiátricos, diversificando la atención médica en el Valle del Aconcagua y descomprimiendo la presión mediática sobre la comuna de Putaendo en un intento por quitar el estigma negativo de los pacientes psiquiátricos allí internados.
Integración de la salud mental en la vida social
Tras la vuelta a la democracia la psiquiatría planteó un desarrollo de la salud comunitaria que permitiese la promoción de salud, detección temprana de problemas y el abordaje de las alteraciones mentales en cada comunidad con sus dispositivos de la red, integrando atención psicológica en estos centros de salud 12. La humanización de la locura comienza a hacerse notoria en este periodo, ya que en 1990 los mismos trabajadores del “Sanatorio de Putaendo” decidieron votar por el cambio del nombre del establecimiento, saliendo elegido “Hospital Phillipe Pinel”, médico francés del siglo XVIII, quien planteó soltar las cadenas de los alienados.
A pesar de lo anterior, esto no ha tenido un impacto real en el país, puesto que hablar de salud mental comunitaria y su importancia es un ítem que ha alcanzado relevancia recién en los últimos años, que más parece un anhelo, que una verdadera aplicación de ella. Pese a los cambios en estas últimas décadas, aún se puede detectar discriminación a personas internadas en psiquiátricos, así como la estigmatización de enfermedades como la depresión o la ansiedad, las que han sufrido un crecimiento vertiginoso develado por la pandemia mundial del Covid-19. Con esto, ha quedado en evidencia cómo gran parte de la atención y los tratamientos psiquiátricos están bajo el influjo del neoliberalismo: paleando síntomas a través de la medicalización de la vida, sin buscar en las causas que originan estos sufrimientos psíquicos, habitualmente de origen social. La salud mental comunitaria integra la comprensión de que la salud es un resultado de las condiciones en el que las personas nacen y se desarrollan. Quizás uno de los aportes más significativos de comprender en este período histórico y el desarrollo de la psiquiatría en Chile, es lo que Juan Marconi 13 realizó, la salud en los barrios y a través de las propias personas motivar a grandes cambios desde la experiencia humana.
Para finalizar, este trabajo nos hace mirar sobre aquello que muchxs no quieren ver. Como las fotografías de miradas brillantes de Paz Errázuriz y la escritura por parte de Damelia Eltit en “Infarto del alma”, es necesario replantear los cánones, indagar a fondo y cuestionar los roles políticos, culturales y sociales con los que se mide y se trata a la población. Desde lo local y lo nacional, es visible el impacto del desarrollo de la institucionalización de la locura, la cual ha cambiado escuetamente en el tiempo, afectando la atención y condición de los pacientes que históricamente han sido marginalizados. Los cambios más importantes se han visto toda vez que la red de profesionales del área se distancia de la coyuntura política en pro del beneficio social arraigado en la salud pública y, con ello, han logrado establecer un planteamiento desde la especialidad centrado en el bienestar de la sociedad e integración de los que antes fueran llamados “inadaptados”. La salud pública integral de calidad es una de las llaves que abrirá las puertas a una sociedad más inclusiva y equitativa, donde es especialmente importante que se deje de mirar como un producto o servicio transable, si no como un resultado de las condiciones en que se crea y reproduce la enfermedad psíquica.
- El médico inglés George Bodington preconizaba que los centros de tratamientos de tuberculosos debían instalarse en un medio rural elevado y seco, que no tuviera grandes variaciones de temperatura, libres de bruma y humedad, siendo el sector de Sahondé de Putaendo el que presentaba las mejores condiciones. ↩
- Para este estudio se usó la nomenclatura foucaultiana sobre el panóptico, comprendiéndose como una infraestructura arquitectónica que permite la gestión imperceptible del control y del poder para moldear el comportamiento de la ciudadanía, la que puede ser observada desde muchos puntos. ↩
- Entrevista a Mario Gajardo Díaz, personal de servicio (1966-1977) y funcionario de estadísticaH.P.P.P (1977-al presente), enero 2012. ↩
- Servicio Nacional de Salud, Dirección Zonal, año 1967, resolución n°766, “Traspaso de Fondo y modificaciones en el presupuesto del sanatorio de Putaendo. Año 1967”, En Archivo de Recursos Humanos del H.P.P.P. ↩
- Armijo M, et al. (2010) “La psiquiatría en Chile. Apuntes para una historia”. P. 57. ↩
- Entrevista a Fernando Irarrázaval Chávez, personal de servicio de central de alimentación (1966- al presente), enero 2012. ↩
- Entrevista a Berta Canelo Carrasco, Enfermera Jefa (1969-1980), febrero 2012 ↩
- El año 2013 Navarro fue procesado y puesto en prisión al ser reconocido como uno de los asesinos de Rigoberto Achú, ex detective de la PDI y Absolón Wegner, doctor muy querido en la comunidad de Putaendo de la época. ↩
- Entrevista a Fernando Irarrázaval Chávez, personal de servicio de central de alimentación (1966 al 2012), Enero 2012. ↩
- Cfr Resolución de Contratos de Dr. Raúl Riquelme, Dr. Walter Vas; sumado a la contratación de personal variado fecha 19/04, 19/05, 21/12 de 1976. Archivo de RR.HH. Hospital Psiquiátrico Philippe Pinel ↩
- Entrevista a Cecilia Irribarra, Asistente social (1976), Marzo 2012. ↩
- A finales de los años 60, el Dr. Juan Marconi propuso este método integral de plan de salud para el tratamiento de los alcohólicos. ↩
- El Dr. Juan Marconi entre los años 1968-1973 realizó una reforma psiquiátrica en un pequeño sector de Santiago. En esta experiencia se atendió a alcohólicos, trastornos emocionales, etc. Para ello tenía un amplio rol la comunidad y diversos especialistas del área social y de salud. ↩