Por Enclave Aconcagua (Matías Ramírez, Raúl Crisóstomo, Danilo Herrera, Jorge Cancino)
«Esa sensación de tener algo atascado, una piedra, un nudo en la garganta, algo que impide hablar, referirse a la monstruosidad, a la locura de Chile y a la importancia de que las improntas de estos crímenes abominables sean conocidos por todos»1
Raúl Zurita no pudo dar forma al prólogo del texto que describe uno de los crímenes más terribles cometidos por funcionarios policiales. La imaginación frente a los detalles de esas acciones inhumanas parece actuar bloqueando la lucidez como recurso de autodefensa. Así mismo, la voz temblorosa de don Marcelo tampoco pudo resistirse al quiebre que el dolor provocado por la pérdida de su hijo Camilo mientras conducía un tractor. A un año de ello, sentir que nada ha cambiado en relación a la presencia de la policía militar en la zona, debe significarle un estímulo latente de dolor.
Casi de idéntica manera, los cercanos de Joane Florvil se toparon con una indiferencia absoluta ante su homicidio dentro del cuartel. Las respuestas dadas a las preguntas que ha de construir su única descendencia estarán marcadas por emociones no deseadas. De igual forma, Fabiola y Gustavo enceguecen por acciones furtivas y cobardes.
Pasadas varias semanas del estallido social más grande de las últimas décadas en Chile, hemos visto a la violencia tomar un lugar relevante en los discursos de los distintos actores: asambleas territoriales, cabildos, ONGs, oposición, oficialismo y gobierno, todos por diferentes medios han expresado su malestar en torno a los actos de violencia y a sus diversas expresiones. Con el objetivo de aportar en la comprensión y caracterización de la violencia del Estado, es necesario revisar algunas nociones del concepto mismo que circulan en redes sociales y medios de comunicación, esto para establecer una mirada más amplia y certera que nos permita comprender la violencia estatal.
Bajo el lente del gobierno, la violencia se particulariza en un grupo específico: los encapuchados (violentistas, vándalos o lumpen) y, en relación con ellos, esta se ha descrito como delictiva; destrucción de la propiedad pública y privada, saqueos, ataques a las fuerzas de orden y obstrucción del libre tránsito. A su vez, en los primeros momentos de la crisis, el accionar de estos encapuchados, fue descrito como deliberado y sistemático, lo cual llevó al presidente a hablar públicamente de una guerra entre dos bandos. por un lado los encapuchados, quienes constituyen “un enemigo poderoso” y por otro a “todos los chilenos de buena voluntad” 2. Esta narrativa de la guerra, fue reafirmada por el entonces ministro del interior Andrés Chadwick, que instaló ante la prensa la idea de un ataque concertado a la cadena de abastecimiento del país 3, con lo que se reforzaba la tesis de los grupos organizados que buscaban sembrar el caos. En los primeros días del estallido, el gobierno elaboró un imaginario de guerra encarnado en violentistas y barricadas. Frente a esto, la única reacción posible para un gobierno beligerante fue el despliegue amplio de las fuerzas de orden, y posteriormente del ejército, previa declaración de un estado de excepción y toque de queda.
Para los agentes de gobierno la violencia también está presente en las multitudes que se manifiestan a rostro descubierto. Ellas la ejercen en contra quienes desean hacer una vida normal. Los medios de dicha violencia se identifican con las marchas y la obstrucción de espacios públicos en sus diversas formas, lo cual se describe como un ataque a la normalidad de la vida y que en los últimos días ha culminado con la aprobación del proyecto de ley “anti encapuchados y anti barricadas”, que en concreto criminalizan la obstaculización del libre tránsito en la vía pública y con ello el espíritu de una manifestación social. Cabe preguntarnos ¿qué nos queda ahora?
Desde la otra vereda, las multitudes movilizadas y diversas organizaciones, han acusado al Estado y al gobierno de ejercer una violencia sistemática, ya que por las acciones de las fuerzas del orden (carabineros, policía de investigaciones y militares) desde el inicio de la movilizaciones una gran cantidad de civiles han resultado heridos, mutilados e incluso muertos. Así como también se han presentado querellas en contra del Estado por violencia física, sexual, psicológica y las torturas contra manifestantes y detenidos 4. Esta violencia ha resultado a ojos de las organizaciones sociales y manifestantes, tan cruda y recurrente que pasó rápidamente a convertirse en violaciones a los derechos humanos, lo cual ha sido confirmado por entidades como el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INHD), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Amnistía Internacional y Human Rights Watch, con duras condenas frente al accionar delictual sobre todo de Carabineros.
No obstante, no solo esta violencia ha sido identificada por las multitudes, el Estado más allá de la contingencia y el accionar de sus fuerzas del orden, se entiende como violento en tanto a desatendido la protección y resguardo de la calidad de vida de su población 5, dejándola en manos del mercado, es decir, en manos de cada persona y sus capacidades económicas por muy disímiles que sean. Es por ello que algunos de los reclamos más sentidos de las multitudes se refieren a la precariedad de la salud pública, que ha llevado tanto a funcionarios como pacientes ha convivir en condiciones lamentables. También han apuntado a las pensiones de quienes terminan su ciclo laboral, ya que estas resultan ínfimas, precarizando la vejez de una parte importante (y cada vez mayor) de la población. Cada una de estas problemáticas, que son parte de un triste y mucho más grande listado, son caracterizadas como violencia estatal, responsabilidades del Estado, y de los gobiernos que han administrado el sistema heredado de la dictadura cívico – militar.
Todas estas concepciones son categorizadas como violencia en distintos grados, sin embargo ¿cómo entender que pedir a alguien que baile a cambio de darle paso es violencia al igual que dejar a alguien ciego a disparos.? ¿Cómo la noción de violencia aplica de igual manera tanto quemar un supermercado como permitir que existan pensiones miserables para los jubilados?¿cómo comprender que se hable de violencia cuando un encapuchado saquea un local comercial, pero no se diga lo mismo frente a los multimillonarios casos de corrupción, boletas falsas, colusiones, destrucción del medioambiente, efectuadas por empresarios, políticos, generales de ejército y carabineros que se han sucedido imparablemente en las últimas décadas?
El domingo 17 de noviembre, Sebastián Piñera, a través de cadena nacional señaló que se había encontrado en punto de inflexión al tener que decidir la postura del gobierno: declarar Estado de Sitio o generar un nuevo pacto de paz social, recalcando que optó por la segunda (parafraseandose a sí mismo en un tono casi monárquico) para evitar una escalada mayor de violencia vandálica. En su alocución el presidente remarca que su posición era con la paz y por esto dio indicaciones al Ministerio del Interior, a cargo de Gonzalo Blumel, de gestionar reuniones con diversos partidos y actores políticos para buscar un mecanismo que confeccionara una nueva Constitución para Chile.
Durante la semana del anuncio del “nuevo pacto social”, el gobierno tuvo que enfrentar duras pruebas, tal como el llamado a huelga general del martes de 12 de noviembre y la conmemoración del asesinato del peñi Camilo Catrillanca a manos del Estado el 14 de noviembre de 2018. Gran parte de la población sentía el miedo real de un nuevo Estado de Sitio. La prensa por su parte utilizaba sus recursos para generar miedo: la imagen de la violencia.
Lo cierto es que el concepto es tan amplio como fácil de manipular, y tendemos a enmarcarlo en la dimensión física, condenamos duramente el semáforo quemado pero olvidamos con rapidez un desfalco millonario generado desde las mismas fuerzas que juraron protegernos. El filósofo esloveno, Slavoj Zizek, en su texto “Sobre la violencia”; señala:
“Tenemos muy presente que las constantes señales de violencia son actos de crimen y terror, disturbios civiles, conflictos internacionales. Pero deberíamos aprender a distanciarnos, apartarnos del señuelo fascinante de esta violencia “subjetiva”, directamente visible, practicada por un agente que podemos identificar al instante” 6
Zizek nos invita a analizar la violencia subjetiva, la que nace desde una manera reactiva ante un impulso y no tan solo a criminalizar, sino más bien analizar. Define a una parte de la violencia como objetiva y sistémica, la cual nace desde el funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas económico y político, por eso, la cita de algunos representantes del oficialismo chileno “no lo vimos venir”, es cuestionable, sobre todo si recordamos de qué forma Chile tuvo su “milagro económico” en dictadura. Fue a través de la violencia de estado que se impone el modelo neoliberal. Mediante este desarrollo histórico se consolidan elementos generadores de una violencia objetiva sobre la población chilena, un ejemplo es la implosión controlada del “modelo de sustitución de importaciones” (ISI) que destruyó una estrategia de desarrollo económico basada en la industrialización del país, en la que el estado era un agente productivo, educador y redistributivo clave para la sociedad chilena. Una vez llegada la dictadura militar estas empresas estatales se remataron a precios bajos en relación al mercado, para luego ser comprados por los capitales nacionales que tenían la capacidad de adquirirlas, y que finalmente las vendieron a precios muchos más altos a mercados financieros internacionales ( Ej: ENDESA, CTC, entre otros) situándose de este modo una clase mercantil pujante en la región.
En la misma línea de violencia objetiva sistémica venida desde nuestra economía está el sistema de pensiones. Alrededor los 80` pasó desde un sistema de reparto a uno de capitalización individual centrado en un Administradora de Fondo de Pensiones (AFP). Su objetivo era basarse en la capitalización individual, con ello, cada afiliado tendría su cuenta individual, en la que depositaria sus cotizaciones, las que se capitalizarían invertirtiéndose en la bolsa ganando rentabilidad. En breves palabras, cada persona sería un especulador a través de las inversiones realizadas en el sistema financiero internacional, con lo cual al término de su vida activa, vería los dividendos de su esfuerzo personal. Esto no ha tenido los efectos positivos con los que se enunció este cambió, la evidencia de esto se enmarca en las bajas pensiones de los jubilados y también la elevada tasa de suicidios en adultos mayores, debido a que no logran sobrellevar de manera digna su vejez 7
Es en este tipo de ejemplos reales en que vemos la violencia objetiva en la que la teoría del modelo neoliberal choca con la realidad social, es decir: “no estábamos tan bien como pensábamos”.
Dentro de la violencia objetiva sistemática que ha enfrentado la población chilena cabe señalar la privatización de la Salud y de la educación, los cuales bajo el modelo neoliberal quedaron bajo la noción de bienes de consumo, dejando de ser una inversión de desarrollo social por parte del Estado. El argumento teórico de este traspaso se sustenta en el hecho que la ideología económica neoliberal sostiene que los privados son los mejores agentes para la mejora de los niveles sanitarios y académicos. Dentro de las consecuencias de este cambio hemos visto el aumento de las diferencias y segregación entre el rendimiento de lo privado y lo público sumado a que la educación chilena no ha tenido un aumento de los niveles dentro de la OCDE 8 y la lenta reducción de las lista de espera para pacientes del sistema público, que hace pocos días un descarado ministro de salud calificó como “uno de los mejores y más eficientes del planeta” 9. Estos elementos fueron configurando una mala sensación para la sociedad y un sentir de marginalización que terminó gatillando en una explosión social como podemos ver:
“Este es un vacío que puede experimentarse cuando se visita un país donde reina el desorden, donde el deterioro ecológico y la miseria a que se ve expuesta su población están presentes en cada detalle. Sin embargo, los informes económicos sobre dicho país pueden decir lo contrario, su economía puede ser, y de hecho lo es en muchas ocasiones, financieramente sana” 10
En el plano local, el Valle de Aconcagua, ha visto una violencia objetiva sistemática multidimensional que se plasma en la explotación desmesurada del medio ambiente, sustentado en la plantación de monocultivo de paltas, que han ido en detrimento de la flora y fauna local, observable con tan solo recorrer la carretera que atraviesa Panquehue, en donde los cerros a perdido la vegetación autóctona o en algunos casos solo se ve tierra y roca. Producto del monocultivo también se observa en la disminución considerable del caudal de rio Aconcagua, lo que viene agravar la sobreexplotación del recurso hídrico por parte de la minería del cobre.
A lo anterior debemos señalar la precarización laboral que ha existido en la zona debido a la masificación de empleo que tiene bajo desarrollo técnico como es de los temporeros o el de sectores del retail que han proliferado, pero en líneas generales la sociedad desde hace 30 años ha vivido una precarización social, en estos días hemos sido testigo de una violencia sin parangón en la historia reciente de Chile, hoy la violencia nos ha mostrado un síntoma, una fractura del modelo neoliberal que ha mermado el tejido social que poco a poco se comienza a rearticular desde la defensa de la dignidad social.

Ante la destrucción de símbolos coloniales, muchos han sido incapaces de visualizar la capa más profunda de la acción: liberar las cadenas coloniales que durante siglos han seguido atando las manos de América latina, ahora de forma simbólica, como una serie de puntos que forman un tejido aparentemente invisible pero poderoso ¿tanto daño nos ha heredado el colonialismo que nos espantamos ante la destrucción de lo que fueron sus héroes?
Al respecto, Javier Maderuelo 11 escribe hace años sobre “la crisis del monumento” aludiendo a la incongruencia entre el avance de la sociedad y una iconografía patriarcal, colonizadora y castrense. Una sociedad que destruye una estatua de Pedro de Valdivia, le corta la cabeza y la pone en unas manos reivindicativas de Caupolican; una sociedad que parece comenzar a reemplazar a sus próceres impuestos por símbolos monumentales resignificados: murales e intervenciones que significan sus barrios, plazas, y dan color a las grises calles de las metrópolis ¿Es realmente una sociedad de vándalos inconscientes? la destrucción de los monumentos coloniales no es más que el acto más simbólico de la destrucción de la cadena colonial y la búsqueda imperiosa de nuevos símbolos, próceres y héroes que realmente nos hagan sentido, una sacudida iconográfica en medio del despertar social y que se ha concentrado en la imagen cotidiana de un negro perro con pañuelo rojo. Se le ha ido arrebatando al Estado la labor de implantar íconos para establecer los propios, los locales, los que nos hacen sentido por que los vemos, nos significan algo, nos representan.
No pretendemos jugar al empate, no es equiparar violencias, “un muerto es un muerto” dicen por ahí, sin embargo consideramos vehementemente que la muerte tiene un origen, contexto y tono, cada muerte tiene una historia hacia atrás que es necesario revisitar antes de emitir los juicios y homogeneizarlas, pues no es igual la herida sufrida por el agente del Estado, que ha sido preparado y cumple con su función a los ojos cegados de Gustavo y Fabiola. Cuando la herramienta se vuelve no sólo de facto sino que discursiva, manipuladora y sensacionalista, el juego se está tornando sucio. El Presidente habla de “errores” cuando se trata de violaciones a los DD.HH, y de “delitos” cuando son civiles los que generan violencia ¿Cómo es posible que luego de 2 informes emitidos por organizaciones internacionales de DD.HH el Presidente siga haciendo distinciones conceptuales? ¿Qué clase de líderes son incapaces de ser firmes ante torturas y asesinatos por parte de las fuerzas que ellos mismos manejan, pero explicitan indignación en cada oportunidad mediática contra la vandalización?
La construcción de los iconos actuales ha sido asumida por todos y todas, hemos determinado en las últimas semanas cuales son los que realmente nos pertenecen, a quienes queremos levantar monumentos y perpetuar en la memoria y quienes ya no son dignos de ocupar pedestales. Se incendia el negro can y florece al otro dia, mientras en el horizonte cuatro mujeres regalan al mundo un baile y una canción que acusa a un estado violador.
Quizás ahora, la colectividad puede ayudar a Ruíz a escribir ese abandonado prólogo.
- Prólogo de Raúl Zurita en “La Noche de los corvos. El caso degollados o un verde manto de impunidad”. ↩
- https://www.youtube.com/watch?v=jlxxnm7dGUA. ↩
- https://www.t13.cl/noticia/nacional/chadwick-protestas-grupos-organizados-21-10-2019 . ↩
- https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2019/11/15/las-cifras-del-indh-a-un-mes-del-inicio-del-estallido-social-345-querellas-contra-agentes-del-estado-y-217-personas-con-traumas-oculares/ . ↩
- https://www.eldesconcierto.cl/2019/11/13/la-violencia-del-sistema/ . ↩
- Zizek Slavoj, “Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales”. Paidós, Buenos Aires, 2009, p.10. ↩
- https://www.cooperativa.cl/noticias/economia/sistema-previsional/afp/gerente-que-anuncio-pensiones-del-100-del-sueldo-responde-a-criticas/2016-07-15/153146.html y https://radio.uchile.cl/2018/08/30/por-que-los-adultos-mayores-presentan-la-tasa-mas-alta-de-suicidios/ . ↩
- http://www.filosofia.uchile.cl/extension/46193/lo-publico-y-lo-privado-en-la-educacion-chilena-por-carlos-ruiz-s . ↩
- https://www.eldinamo.cl/nacional/2019/11/21/manalich-nuestro-sistema-de-salud-es-uno-de-los-mejores-y-mas-eficientes-del-planeta/ . ↩
- Zizek Slavoj, Op. cit, p.24 . ↩
- PhD Arquitectura Universidad de Valladolid y PhD en Historia del Arte Universidad de Zaragoza.
. ↩