Stencil, Banksy

Por equipo Enclave Aconcagua

Durante el 2017, posterior al caso Landerretche (carta bomba dirigida al entonces presidente de CODELCO) se intentaba explicar las motivaciones que un grupo de «individualistas tendiendo a lo Salvaje»1 habría tenido para llevar a cabo la acción. En este contexto, Claudio Avendaño,  sociólogo de la USACH, señalaba en los medios que esto era “un hecho que se puede entender como un acto que nace desde la frustración por una sociedad que no recoge las ideas que ellos plantean y defienden”2, percepción semejante entre todas las acciones formadas a partir del descontento que se nutre, según Gabriel Salazar, por los altos grados de sensibilidad – en estado subjetivo- lo que genera“la capacidad de identificar, discernir y definir, conscientemente, la enajenación especifica que el sistema ha impuesto en su condición de vida corriente”3.

¿Por qué Landeretche? el análisis de la pregunta decantó en el desprendimiento de una variedad de situaciones que lo alzaban como figura simbólica de una serie de daños, engaños y traiciones que se provocan desde arriba y sin mayores cuestionamientos políticos, mientras que, por debajo, la ciudadanía tomaba consciencia de datos a esa altura invisibilizados. En ese momento era el presidente de una institución que entre el 2000 y 2015 había generado aportes por $14.368.000 de dólares a la ley reservada del cobre. Entre los mismos años destinaron un poco menos de esa cifra a la compra de armas a través de sus fuerzas armadas, mientras en las principales alamedas miles de personas marcharon exigiendo igualdad de derechos, gratuidad de la educación, mejora en los planes de salud y libertades ciudadanas, teniendo claro que, con los mismos montos usados para dar forma a guerras ficticias, se pudieron haber levantado 30 hospitales modernos, 100 liceos de excelencia en cada región de Chile, 300 farmacias populares y 5.000 viviendas sociales, erradicando casi por completo los campamentos que aún existen en el país.  

Porque la misma institución a la cual dirigía intentó llevar a cabo un proyecto de expansión minera (244) que generaría graves e irreversibles daños ambientales, tanto en la región metropolitana como en la quinta, afectando elementos vitales como el agua (desde sus fuentes) y el aire,  dañando, según sus propios dichos, a lo menos 6 de los 26 glaciares que se encuentran en su área de influencia. De no haber sido rechazado (espacio para la duda) , habría significado el triunfo del capitalismo extractivista por sobre la vida natural. Y para colmo, la cuprífera fue responsable de dos derramamientos de concentrado de cobre en Río Blanco, uno el jueves 25 de febrero y la otro el miércoles 24 de agosto del mismo año, situación que fue, a vista y oídos de todos, acallada y manipulada desvergonzadamente por las mismas autoridades. 

Lo anterior fue una pequeña derrota para el capitalismo extractivista del Valle de Aconcagua. Sin embargo, se iba gestando a paso agigantado el desarrollo de monocultivo de palta y cítricos en los faldeos de los cerros, que comienza el 2001, momento en que el Gobernador de San Felipe de aquel periodo declaraba: “Se trata de una actividad que está abriendo un potencial de desarrollo de insospechadas proyecciones, porque se lograra un volumen de hectáreas en producción que incluso superará aquellas correspondientes a frutales”4. La cita anterior nos expresa la forma que los gobiernos de transición a la democracia pensaban la relación económico, político y social; hoy claramente predomina lo primero. Ahora es fácil observar lo perjudicial de este raciocinio al ver cómo los cerros del valle se han ido desgastando. La lógica del empresariado y la política ha sido maximizar la ganancia yendo en detrimento del ecosistema y la explotación laboral intensiva, evidenciando en nulo respeto por la sociedad del futuro, plasmado en la crisis hídrica que en estos momentos nos asola. Además de un inexistente diálogo con las poblaciones afectadas, algo muy propio de la lógica empresarial.

La importancia de estos sucesos no radica precisamente en la organización, ni en la representación, ni en la estructura de los movimientos sociales. Más bien, es un momento de inflexión: un sujeto, y no un edificio institucional, es transformado en símbolo de ataque y destrucción. Los símbolos construyen imaginarios masivos, esa es parte de su función. En este caso los símbolos poseen un carácter progresivo, donde lo tradicional ha pasado a tener menor valoración (ya roto el cerco) y los nuevos espacios a tomarse (tanto por los movimientos sociales como aquellos de actuar más radical) son mayores e inciertos. 

Antes del caso de Landeretche las miradas se habían enfocado en símbolos tradicionales ya conocidos, el disgusto de las masas había sido mayoritariamente contra los grandes símbolos del mercado. Las farmacias fueron el blanco de pedradas y molotov, después de que saliera a la luz el descaro, vandalismo, ordinariez y se revelara el “robo del siglo” (apelativo atribuido al robo de 6 mil millones al banco) que estas “nobles” instituciones de auxilio cometieron en conjunto. No mucho más atrás, encontramos el caso de la coalición de los supermercados, que todos conocemos. Por último, la destrucción del Cristo Salesiano se describió como uno de los ejemplos de mayor representación en cuanto a ataques a símbolos tradicionales se refiere. Eran días en donde comenzaban a hacer evidentes las oscuras prácticas del clero chileno. 

En este momento, la figura política del presidente no representa comparación con la explicación dada al caso Landerretche, porque hoy los perjuicios que se le añaden a la cuprífera son solo un ingrediente de un plato mal cocinado desde un inicio y que creó un disgusto transversal de una sociedad que no ha clasificado demandas porque, como un caldo hirviente, las cocinó juntas hasta rebalsar la olla. De momento, no se ha estructurado definitivamente, pero ya ha generado un nuevo símbolo:  el rostro caricaturesco de un cano presidente, torpe orador, sordo interlocutor con un intento fallido de sumar a sus checks de logros: ser presidente de un país. Fallido, pues la formalidad no asegura la efectividad del cargo. 

Mientras tanto, los dardos en su trayecto al blanco, derriban con brisa sutil los carteles de la corrupción, la evasión y de los perdonazos. La misma brisa que enfría la pizza servida en un lujoso restaurant.  

  1.  Diario The Clinic. 17 de enero del 2017
  2. Salazar Gabriel. Movimientos Sociales en Chile. Trayectoria histórica y proyección política. Pág. 240
  3. Weibel Mauricio. Traición a la Patria. Pág. 15-47
  4. http://www.mercuriovalpo.cl/site/edic/20010520210346/pags/20010520232705.html