Por Jorge Cancino
Las comunidades y círculos artístico-culturales forman parte de la cotidianidad de las sociedades, la forma en que estos se articulan es determinante para vislumbrar una gestión exitosa o al contrario, caer en un círculo cerrado que poco aporta al entorno en que se encuentra inserto. En este contexto nacen los hoy llamados “tejidos culturales”. Estos son las redes que se entrelazan dentro de una misma comunidad artística y cultural. Nexos entre gestores, centros culturales, artistas y el mismo público, que buscan establecer un circuito más fácil de gestionar y que, a modo de democratización, avance en pos de un mismo objetivo: acercar las artes a la sociedad. Lamentablemente el concepto es poco conocido y los tejidos culturales posibles muchas veces se articulan de manera pobre, los actores involucrados no establecen comunicaciones y, muchas veces, por casualidad se dan cuenta de que están haciendo o buscando el mismo objetivo y no conocen las tareas del resto. Es trascendental que los miembros de una comunidad artística y cultural adopten este concepto y lo apliquen, se coordinen para crear tejidos culturales sólidos, con nexos fluidos y, sobre todo, con un contacto permanente con las audiencias.

En el Valle del Aconcagua desde hace pocos años se ha estado enarbolando un pequeño circuito cultural formado principalmente por jóvenes que, con un imaginario del trabajo colectivo, han comenzado a gestionar cosas interesantes de manera grupal. Hablamos de ilustradores, pintores, documentalistas, escritores, poetas, artesanos y escultores que han visto la necesidad de conocerse, dialogar y, eventualmente, hacer trabajo en conjunto. Un buen ejemplo es el caso del Colectivo Efímero, un grupo que reunía a ejecutores de diversas disciplinas artísticas y realizó una propuesta no solo estética sino que también de dialogo social y cultural, dándole importancia al trabajo colaborativo y a la comunicación entre actores. Por lo mismo, generaron 14 excelentes encuentros “Efímero” en donde se convocaba los artistas a exponer sus trabajos. La instancia se realizaba en un lugar público definido por el equipo y al cual el público debía acceder mediante un correo electrónico privado.
Lo propio hace por otro lado la Agrupación cultural giganta, quienes se preocupan de levantar a artistas locales generando instancias de difusión, teniendo contacto directo con entornos sociales que, en muchas ocasiones, difícilmente podrían acceder a estas instancias artísticas. Recientemente existe la “Casa taller Las Heras” en Los Andes, un espacio cultural desde el cual se han gestionado obras bellísimas como el mural de la intersección Sta. Teresa con Esmeralda.
Desde los documentales de Carlos Lertora hasta las investigaciones de la agrupación “Aconcagua Sustentable”, el valle se ha visto en los últimos años enriquecido por el trabajo serio y profesional de jóvenes que han entendido que los tejidos culturales deben ser creados y que el diálogo entre agrupaciones y actores es esencial. Son referentes de cómo el patrimonio contemporáneo es igual de importante que el tradicional, y se debe velar desde ahora mismo por su difusión y resguardo.
¿Cuántos habitantes del valle no han visto “El sueño y las ruinas” (Lértora, 2008 ), “Antología rural: poetas y cantores del valle de Putaendo” (audiovisual Chile, 2014)? ¿Cuántos saben que existe un libro producto de una investigación reciente sobre la Cruz de los Chacayes hecha por jóvenes del valle (Aconcagua Sustentable, 2014) ? ¿Cuántos saben que Carlos Lertora (documentalista Sanfelipeño) estuvo en la preselección de los nominados al premio Altazor 2014? ¿Somos conocedores de la obra del maestro alfarero, artesano y escultor Norberto Oropesa que lo llevó a recibir el premio nacional de maestro artesano el 2012?

En difusión y diálogo estamos al debe, y vemos como un potencial tejido cultural sólido,con una mezcla de sangre joven y vieja, se ve apaciguado por nuestra negligente puesta en valor de lo actual y contemporáneo. Tenemos la calidad artística, los espacios y los gestores. ¿Porque aludimos a que la cultura solo viene de Valparaíso o Santiago? ¿Qué estamos esperando para reforzar los lazos, nuestro propio tejido cultural?