por Jorge Cancino y Danilo Herrera.-
Durante 2015 realizamos una de nuestras primeras investigaciones, enfocada en la historia del “Cinzano”, antiguo bar y restaurante de la ciudad de Los Andes. Don Manuel Cruz, en ese momento encargado de este espacio, nos relató su rica historia y como había recuperado este lugar de encuentro. Hoy el “Cinzano” aún existe, y aunque ya no dirigido por Don Manuel, continúa recibiendo comensales como lo ha hecho por más de 100 años. Este breve escrito es una mirada de su historia desde el relato de uno de sus tantos protagonistas.
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95 años tiene aproximadamente el “Cinzano” de Los Andes, una extensa y rica vida que un breve artículo apenas podría detallar. Y es que dentro de su fachada que apenas se diferencia de cualquier otra de la ciudad, existe una fuente inagotable de relatos, anécdotas, personajes, y sobre todo comida y tragos que han acompañado a este lugar en un tramo no menor de su historia.
Dentro de esas paredes han transitado presidentes de la República, actores nacionales reconocidos, pero aún más importante, toda la gama de variopintos personajes que esta ciudad cobija en sus calles.
En viejos tiempos el “Cinzano” fue un lugar obligado de visita de políticos de importancia, si hasta se dice que el ex presidente Jorge Alessandri estuvo disfrutando de sus delicias. En aquellos días este local era atendido por Don Eulogio Díaz Saldivar y por doña Olga, su esposa. Bajo su cuidado, “Cinzano” fue un restaurante especializado en preparaciones de cerdo: patitas, costillar, “chancho a la chilena”, entre otros. Dichos platos lograron gran fama en la zona e incluso en la capital, lo que atrajo alguno de sus renombrados clientes. Sin embargo, con la muerte de sus primeros dueños esa parte de su historia cerró. Al no tener hijos, el local fue heredado a una sobrina, doña Norma, que junto con don Tito, su esposo, enfocó el negocio en el servicio de bar por casi 10 años. Es durante este periodo que el “Cinzano” adquiere su fama como “fábrica de curao´s”, la que mantuvo por mucho tiempo.
Es también en esta época cuando la amplia casona donde se ubicaba este local (para hacerse una dimensión de su amplitud, se extendía desde calle Rodríguez hasta calle Tres Carrera) fue dividida en los hijos del matrimonio, quedando reducido a una porción de terreno mucho menor.
En estas condiciones es que un oriundo de Vallenar, que por cosas de la vida llegó a la ciudad hace unos 25 años, don Manuel Cruz, encontró el “Cinzano”. A comienzos de la década del 2000 dateado por un amigo, decidió arrendar el local a Norma Díaz, a quién pertenece actualmente. La principal razón que movió a don Manuel a hacerse con el espacio, fueron las posibilidades que sus múltiples patentes ofrecían (bar, restaurante, cabaret, entre otros). Los primeros años, cuenta, siguieron en parte con la línea de trabajo del establecimiento, es decir un bar que funcionaba hasta altas horas de la noche y en la cual se reunía una fiel pero problemática clientela. Sin embargo, comensales tan difíciles de tratar, así como las condiciones de abandono en las que se encontraba el local a su llegada, llevaron a que don Manuel concentrara todos sus esfuerzos en darle nuevos aires y cambiar profundamente el funcionamiento del querido “Cinzano”.
Invirtió una gran cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero en renovar el equipamiento del inmueble, reemplazando la viejísima. Se separaron los ambientes; el del bar por un lado y el comedor por otro, lo que permitió resolver los reclamos de la autoridad sanitaria y darle una dinámica más funcional. Una de las más difíciles tareas fue lograr que aquella clásica y problemática clientela dejara el local, o por lo menos acatase las nuevas reglas. Para ello comenzó a cerrar el establecimiento a las 6:00 de la tarde, lo cual por cierto generó la molestia de muchos de clientes, quienes comenzaron a llamarlo con insistencia para preguntar qué sucedía. Pese a la aguerrida resistencia, logró afianzar su nuevo proyecto rápidamente y convirtió el rostro del “Cinzano” en un lugar más “amable”, centrado en la buena mesa, con un menú y una carta de tragos que se diferenciaba profundamente de lo acostumbrado allí.
Dichos cambios, es a destacar, vinieron con fama incluida. El año 2009 ocurrió un evento especialmente curioso. Un día y sin previo aviso apareció por el local un sujeto buscando a su dueño. Se trataba del productor de la película “La jubilada”, cinta nacional dirigida por Jairo Boisier y protagonizada por Paola Lattus, Catalina Saavedra y José Soza, que fue estrenada en el 2011 en el festival de cine de Valdivia, y el 2012 en el festival internacional de cine de Rotterdam. Para grabar parte de la historia el equipo de la película necesitaba ubicar los locales más antiguos de la ciudad de Los Andes, por esto, y luego de barajar otras opciones, llegaron a Cinzano. Manuel cuenta con entusiasmo esos tres días de grabación que alborotaron y llenaron de historias su local, incluso llegó a grabar una escena.
Sin embargo, más allá de este momento de fama, para don Manuel parte importante del éxito de su local – lo cual se expresa con claridad en la cantidad de gente cada vez mayor que asiste al “Cinzano” a comer- está en la preocupación por los platos y tragos que sirven. De ahí que haya varios elementos que hacen tan particular y tradicional su local. Un menú característico que, desde el letrero de “Cazuela de vacuno todos los días” colgado afuera, nos adelanta una carta amplia que va desde el arrollado, hasta el conejo, pasando por interiores, chupes, cazuelas y su famoso caldillo de congrio, que según dice está inspirado en el de Neruda. Pero la amplitud de la carta no es la única maravilla, pues los cerca de 40 platos ofrecidos están disponibles todos los días y son preparados por el propio Don Manuel, siendo los más populares la cazuela de vacuno, el chupe de guatitas (del cual dice tiene un “ingrediente secreto”) y el caldillo de congrio. Esta disponibilidad inmediata de todos los platos es resultado del carácter culinario creativo del propio Manuel, quien para cada uno posee un sin número de secretos que nos fueron revelados, pero que guardaremos celosamente.
Los tragos que se ofrecen, no se quedan atrás y van de la mano de tan variada carta. Desde la receta especial de terremoto, hasta el borgoña de distintas frutas, la chicha y el vino pipeño están presentes, tanto para acompañar la comida, como para pasar uno de esos días de calor en el bar del restaurant.
En fin, a poco andar por esta vieja casona del centro de Los Andes, es fácil darse cuenta de que “Cinzano” es un vestigio de aquella chilenidad popular, que mezcla elementos de la más pícara urbanidad, con lo más entrañable de nuestra mesa y bebida campesina. El carácter bonachón de don Manuel no es más que el reflejo de lo que es “Cinzano”: un espacio amable, cálido, respetuoso con la clientela y al mismo tiempo irreverente y popular.
El “Cinzano”, ahora también llamado “La piojera de Manolo” ha buscado conservar y expresar una sutil fusión de los mejores ánimos “güachacas”, tomando algo de algunos de los más tradicionales bares de nuestro país, y al mismo tiempo, expresando las particularidades de su historia y la impronta que don Manuel le ha impuesto.
Dicen que no hay mejor lugar que el que es atendido por su propio dueño, y Cinzano es el más fiel reflejo de aquello. Nos vamos llenos de anécdotas, recetas y personajes, y con las más sinceras ganas de volver.
